martes, 11 de mayo de 2010

Qué sorpresas da la vida...

Más de veinticuatro horas en carretera para verte,
y tú ni siquiera me regalaste una palabra.
Tan solo apareciste afuera de tu casa y bajaste la mirada,
yo aún no sabía nada, hasta que apareció ella.

Qué irónico, iba con la idea de pasar esos meses a tu lado,
tratando de olvidar una desilusión, y sólo fui a encontrar otra.
Sé que no fue tu culpa, todo fue tan rápido y tú no sabías nada;
pero mínimo esperaba que llegaras, que al menos me saludaras.

En esas semanas pude verte un par de veces más,
tú mamá me la presentó; tú ni siquiera bajaste del auto
para saludar a la mía.

A todos nos tomó por sorpresa la noticia, en especial a ti, lo sé.
Todos los planes que habíamos creado en un par de días,
desaparecieron de un solo golpe.

Toda una vida tratando de no estar juntos, y cuando había llegado
la oportunidad de intentar lo que nuestras familias habían planeado
desde nuestra infancia, te enteras de esto y en unas semanas todo cambió.

No me duele tanto lo que pasó, porque aunque habías reaparecido en
mi vida para intentar sacarme sonrisas y crear momentos que no sucedieron, no existía un sentimiento más allá del cariño que nos hemos tenido siempre.
Quizá en el momento que supe todo no encontraba una
respuesta a mi racha de mala suerte en turno,
pero después entendí que tal vez fue mejor,
eres más necesario allá que aquí, y siempre va a ser así.
Espero algún día hablar contigo, no me hago la idea de que perdamos
la comunicación sólo por esto, yo entiendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario